sábado, 2 de enero de 2021

SANAR LA HERIDA CON LA MADRE



Durante todo el mes de julio estuve recibiendo radioterapia como preventivo para evitar males mayores trás un diagnóstico de cáncer en diciembre del año anterior,

Mis padres me acompañaron todos los días, unos 23 creo recordar, y mientras mi padre aguardaba en el coche mi madre entraba conmigo a la sala de espera, y no sólo eso, si no que llegaba hasta el punto en el que ya sólo me permitían a mi y el personal le franqueaba la puerta. Tal fue su vivir conmigo el proceso, aunque evidentemente yo lo sufriera en mis carnes, que a menudo utilizaba la primera persona cuando hablaba con cualquiera "ahora nos toca a nosotras" o "nosotras vamos después". Esa es la identificación de una madre con su hija, una conexión que siendo física está presente energéticamente siempre sintiendo como propio los pesares y las alegrias de la hija. 

A pesar de ese vínculo hay un cordón umbilical que cortar, necesario para que cada una siga su proceso individual y su identidad como persona más allá de cualquier conexión, y aunque puede producir dolor y en ocasiones es difícil de cortar, esto se puede hacer de una manera disfuncional  no sanada, o de una manera sana y dentro de un proceso natural. Proceso todo ello que nada tiene que ver con la distancia o la separación física.

En la medida en que se realiza de forma sana la relación puede ser igual de amorosa o incluso más pero la individualidad y la esencia de cada una se mantiene, reconociendo una sus cualidades y defectos más allá de los que son meros espejos y proyecciones de su madre. Cada una sigue su camino independientemente de la otra, respetando totalmente las decisones y los procesos de cada una.

Mi experiencia personal fue de hacer esa ruptura a los 25 años de una manera enfadada, con despecho y por rebeldía, eso agravo las distancias con mi madre y me hizo perder la estabilidad y el anclaje que proporciona la figura materna a nivel personal,y vagar un poco perdida por el mundo. Con casi 50 años tengo la suerte de haber podido llevar a cabo esa ruptura de manera saludable tras haber pasado un periodo de reencuentro, de redescubrimiento, y de ella poder brindarme toda la nutrición, apoyo emocional, reconocimiento que tal vez en el pasado no se supo trasmitir por una parte o recibir por la otra.

Sanar la herida con la madre conlleva sanar tu madre interna, aquella que te nutre y te proporciona todo lo que necesitas en cada momento, sin abandonarte nunca y que siempre te acompaña, que te cuida y te protege amorosamente sin necesidad de ir ya nunca más mendigando amor, atención y cuidados por el mundo. Es fundamental que nos convirtamos en la madre de nuestra niña interna, tanto si hemos podido disfrutar de ella en nuestra vida real como si no, tanto si ha a sabido o a realizado su función como si no, más allá de cualquier juicio. Ese transitar desde  nuestra niña a la mujer adulta en el que nos convertimos con el reconocimiento de nuestra sexualidad y nuestra faceta como amantes conlleva cierta crisis, cierto descorciento y un nuevo descubrimiento de nuestro ser,

Cuando somos adultas maternamos no sólo a nuestra niña adulta si no también a hijos, hijos físicos y hijos de cualquier índole, proyectos asociativos, empresariales, creativos, de grupo de amigos etc. Este arquetipo de madre cuando lo tenemos desarrollado nos permite no sólo gestar si no también mantener y nutrir todo aquello que deseamos en nuestras vidas. 

Todo esto podemos verlo representado en el mito de Persefone y Démeter en el que la niña Persefone es arrancada del brazo de su madre por Hades, en el que la lleva a tener un nuevo sentido de si misma, y en el que el derrumbamiento se convierte en descubrimiento, pasando a ser madre consciente de su niña interior. Os invito a leerlo.

"Toda mujer contiene en si misma a su hija, y cada hija a su madre; todas las mujeres se extienden hacia atrás, hacia su madre, y hacia adelante, hacia su hija" Carl Gustav Jung



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